Sensaciones tras la visita papal

8 11 2010

La visita del Papa Benedicto XVI a las ciudades españolas de Santiago de Compostela y Barcelona y las palabras pronunciadas en sendas homilías están generando ríos de tinta. Al hilo de este hecho he recordado un post que escribí en junio de 2008, en el que recogía las palabras del filósofo Rafael Fernando, cuestionando la cristiandad de algunas actuaciones de la propia Iglesia en relación a determinadas políticas impulsadas por el Gobierno de España. Aquellas palabras siguen de plenísima actualidad y muestran afirmaciones y situaciones practicadas por la jerarquía eclesiástica que poco tienen de misericordiosas y que no hacen si no alejar cada vez más a la ciudadanía de la religión católica.

Personalmente soy cristiana y socialista y tengo en el frontispicio de mis valores el humanismo y la justicia social, valores que marcaron la vida de Jesucristo y que impregnan la actuación política del socialismo democrático. Y es por ello por lo que  no encuentro incompatibilidad entre ambos sentimientos y creencias. Pero creo claramente en la  separación entre el Estado y la Iglesia, porque la religión, las religiones, forman parte de la esfera personal e individual de cada cual. Que España sea un país mayoritariamente católico es compatible con el artículo 16.3 de la Constitución, que dice que «ninguna confesión tendrá carácter estatal». Igualmente no siento ninguna incompatibilidad entre sentimientos cuando creo en el fomento de derechos de ciudadanía,  en la educación en los valores de la Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos, en la potenciación de la  investigación con células madre o en la apuesta por la igualdad entre hombres y mujeres. Todas ellas son actuaciones de los poderes públicos cuyo objetivo no es atacar a la Iglesia católica, demasiadas veces anclada en un papel de víctima y en una visión estática de la historia de la humanidad.  Son todos ellos principios y actuaciones que están preñadas de la humanidad que predicó y practicó Jesús de Nazaret.


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4 responses

9 11 2010
Oscar Alonso

Cristianismo a la carta. Efectivamente no hay incoherencia a primera vista entre ser cristiano y ser socialdemócrata. Lo que sí sería incoherente es definirse como católico y defender el derecho al aborto o la investigación con células madre embrionarias.

Ahora bien, el cristianismo a la carta es una forma de «arrinconar» a Dios en su esfera celestial sin que éste intervenga filosóficamente en los asuntos mundanos. Quiero decir que allá cada cual si considera que debe creer en Dios o no, pero al final resulta que Dios también es a la carta, no solo las políticas mundanas que emanan del sistema de creencias concreto. Y Dios no puede ser a la carta. Si cada cual lo «percibe» de una manera no coincidente con la percepción de los demás (y -como es mi caso- otros no lo perciben siquiera porque no consideran la hipótesis de su existencia), al final, ¿existe o no?

En realidad la ciencia no solo va arrinconando las ideas de las religiones reveladas, sino que va arrinconando la idea en sí de Dios. Creo que el cristianismo a la carta no es más que una manera de conciliar el cada vez mayor conocimiento del universo a la luz de la ciencia con las creencias. Pero así Dios cada vez es más y más pequeño, más y más aislado del propio universo.

Si Dios para los cristianos a la carta cada vez es más como un mero creador del big bang que ama a su creación y ya no interviene para nada, la contradicción final está reside en un Dios eterno pero que solo interviene para crear el big bang. Si Dios es eterno, ¿por qué no puede serlo directamente el universo (en el sentido de que existe desde que existe el tiempo) y no hay necesidad de creador?

La contradicción es poder pensar en un creador no creado y no poder pensar en un tejido espacio-temporal no creado. Eso también lo está derrumbando la ciencia.

9 11 2010
Jesús Izquierdo

Que ninguna confesión tenga el carácter estatal, tal y como lo recoge la Constitución no quita para que para bien o para mal sea posiblemente el mayor arraigo cultural y lo que más ha marcado la evolución y los valores de esta sociedad desde hace un par de milenios. Y por ello y porque la mayoría de la población española se declara católica no debemos vivir de espaldas a las opiniones de la Iglesia.
Por ello considero que la jerarquía eclesiástica es libre de opinar según sus convicciones y condenando aquello que consideren contrario a su fe, bien sea en cuestiones de investigación, de familia o de guerras de Irak. Entiendo que son opiniones que deben ser tenidas en cuenta y que enriquecen nuestra cultura. Por ello no puedo considerar que ninguna declaración está fuera de tono, los ciudadanos seremos libres de compartir o no y de obrar en consecuencia.
Por ello entiendo que en el siglo XXI la práctica religiosa y las creencias pertenecen al ámbito privado. Y cada cual es libre de acomodar tanto sus creencias como sus prácticas a sus intereses y a aquello que más beneficie a su persona. Entiendo que existan personas que prefieran admitir las doctrinas dictadas desde la iglesia y no desarrollar las suyas propias o por el contrario delegar en la ciencia las creencias. Cabe señalar que esta última tampoco entiende de verdades absolutas y nos ha dado ejemplos de continuos cambios.
Creo que debemos admitir las opiniones modernas o rancias, inmovilistas o adaptativas o del tipo que sean. No dejan de ser opiniones. Expresadas, eso sí, por quienes los católicos consideran deben marcar las pautas. Y que cada cual intente casar sus creencias con su día a día.

9 11 2010
Oscar Alonso

Sobre el comentario de Jesús Izquierdo: Personalmente, me parece bastante molesto eso de «delegar en la ciencia las creencias». La ciencia no tiene creencias sino hipótesis falsables, y quienes aprobamos el método científico y el escepticismo como actitud para explicar la realidad, precisamente no lo hacemos para delegar nada, sino porque compartimos un método común para medir la realidad tangible, que es la única que se puede medir de forma independiente por cualquiera.

Difícilmente elegir la ciencia para explicar la realidad puede ser considerado una delegación.

Quienes delegan y mucho son aquellos que al preguntarles por qué creen en Dios simplemente contestan «algo tiene que haber» y no se cuestionan si el Dios que han heredado a través de la historia y la educación tiene sentido o no, y si Dios ha creado al hombre o el hombre ha creado a Dios.

Y si la ciencia no entiende de verdades absolutas es porque trata de explicar la realidad realizando aproximaciones cada vez más exactas, corrigiendo aquello que se da de bruces con lo experimental, al contrario que las religiones reveladas, que por basar su corpus doctrinal en verdades que pretendidamente son dictadas por Dios, no son falsables.

Por ello considero que la ciencia va quitando terreno a las religiones reveladas.

9 11 2010
carolcastillejo

Muchas gracias a los dos por vuestros comentarios que espero sigais haciendo. Con Óscar he hablado muchas veces sobre este tema, particularmente de esa expresión «cristianismo a la carta» y nunca llegaremos a puntos en común porque hablamos desde planos diferentes. Yo no te puedo demostrar la existencia de Dios desde un plano absolutamente racional, y nunca lo intentaré. Es difícil entender las razones que a una persona le llevan a tener una fe, razones en las que influye la cultura, la educación, la costumbre, pero también otros aspectos, algunos tan simples, humanos y primarios como la necesidad de la existencia de un Dios.

A Jesús decirle que admitir o respetar opiniones no significa compartirlas. Por supuesto que la jerarquía de la Iglesia tiene derecho a decir lo que quiera ¡faltaría más! Pero sigo creyendo que interpretar doctrinas de la Biblia para los seres humanos de hoy no pueden anclarse en un modelo de sociedad de hace 2.000 años.

Abrazos a ambos.

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